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miércoles, 2 de enero de 2013

Camino de Santiago

Ya estoy de vuelta tras haber cumplido mi deseo de realizar el Camino de Santiago. Iba a destinar esta entrada a finalizar el viaje por la Isla Norte de Nueva Zelanda; sin embargo, voy a hablar sobre mi experiencia en el Camino. Ya hacía años que tenía ganas de ir a cumplir un reto físico, así como para saber si todas las bondades que se hablan del Camino a nivel espiritual eran ciertas.

 Estamos en Año Nuevo, así que las fuerzas no son muchas. Las horas dormidas -a pesar de no haber salido y haberme acostado muy temprano- tampoco son muchas. Así que no me extenderé mucho. Aunque ya sabéis, Año Nuevo...Propósitos Nuevos y esta mañana nada más levantarme he pensado..."Iñaki, tienes que retomar el blog, que lo tienes muy abandonado...". Así que aquí estoy.

¿Quién no conoce el Camino de Santiago? Pues en España poca gente. En el resto del mundo he podido comprobar que también es bastante conocido. En el mismo me he encontrado gente de todas las partes del mundo: europeos, canadienses, uruguayos, chilenas, filipinos, australianos...
Por ello no voy a entrar a describir ni qué es ni sus orígenes. Quien quiera saber un poco más al respecto...ya sabéis San Google o Santa Wikipedia que te darán una amplia información sobre los diferentes Caminos, así como sus orígenes, símbolos, prerrogativas, etc.

Como he indicado al principio yo tenía entre mis objetivos dos aspectos. Por un lado, el reto físico. Los casi 800 kilómetros desde St. Jean Pied de Port hasta Santiago de Compostela (Camino Francés) era algo que llevaba muchos años llamándome. Por temas de trabajo nunca tuve el tiempo necesario para ello (alrededor de 33 días). He de reconocer que me daba pereza dedicar mis vacaciones al Camino. Tampoco la idea de hacerlo por tramos me parecía muy atractiva. Mi idea era hacerlo completo de un tirón. Así que este verano me decidí hacerlo. Mi idea era empezar en septiembre pero la búsqueda de trabajo en la que me encuentro me generó unas expectativas de entrevistas para septiembre pero el mes pasaba y no se ponían en contacto conmigo. Mi cuerpo y mente se iban apoltronando y no me apetecía hacer nada, incluso se me habían quitado las ganas del Camino. Hasta que un día me levanté por la mañana y decidí hacerlo. Miré el calendario y busqué unas fechas que se acomodaran a mi vida de nómada entre Bilbao y Galicia. Ya estaba tomada la decisión. Por cierto, si alguien que lee esto está buscando trabajadores que me mande un correo electrónico. Estoy abierto a ir a cualquier lugar del mundo.

Tras haber recorrido todos y cada uno de esos kilómetros (y alguno más también) por carretera, caminos de tierra, de piedras, nieve hasta las rodillas un par de días, alguna subida que otra, muchas viñas y, sobre todo, mucho campo de cereal sin cultivar rodeándome, puedo decir que hubo momentos que sufrí sobre todo por los dedos pequeños de mis pies. Menudos primeros diez día que me dieron. Levantarme por la mañana y pensar que tenía que ponerme las botas y caminar de nuevo era un suplicio tanto mental como físico. He de reconocer que hubo una falta de planificación y un problema técnico con mis botas ya que las que tenía ya acomodadas a mi pie se rompieron unos días antes de comenzar el Camino y tuve que cambiarlas por unas nuevas. Así que hice lo que nunca se debería hacer. Ir a hacer una ruta como ésta con botas nuevas. Craso error pero no tenía otra alternativa. Y ello derivó en unas ampollas la mar de bonitas y dolorosas en los dedos pequeños de mis pies, ampollas que aún es hoy el día -dos meses después de comenzar- que muestran secuelas pero meramente estéticas. Gracias que al cabo de alrededor de diez días mis dedos comenzaron a mejorar, a la vez que mis piernas y espalda dejaron de tener las molestias iniciales. Ello me facilitó la segunda mitad de mi Camino, el cual lo disfruté como un niño con un juguete nuevo. El tema de las botas fue la mayor dificultad a nivel físico en mi caso. Mis rodillas salvo un par de avisos alarmantes por los cuales creía que tendría que abandonar el Camino se acomodaron sin mayores problemas. La mayor parte del Camino  es fácil en mi opinión. Bastante plano con algún obstáculo montañoso al comienzo del mismo (la primera etapa es la peor de todas) y alguna más al finalizar la provincia de León (La Cruz de Ferro) y al entrar en Lugo (O Cebreiro) pero sin mayor dificultad. Son subidas relativamente cortas que únicamente se pudieron ver afectadas porque encontramos nieve en ambas etapas. Para mí fue algo positivo más que negativo aunque creo que no fue la idea general del resto de peregrinos. Ambas son etapas que recordaré para siempre. Disfruté mucho tanto por el trayecto y el escenario que nos presentaba las etapas, así como por la compañía de Florian y Ruth respectivamente.


Considero que el Camino -el francés, me refiero- es asequible para casi todo el mundo. Lo fundamental es tener un calzado ya muy usado, que se adapte como un guante a tu pie. Y, por supuesto, entrenar un poco antes del Camino con una mochila con un peso similar al que vas a llevar. Parece que es una tontería pero esos 7 - 9 kilos afectan mucho a tu espalda, a tus articulaciones (rodilla/tobillos) y, sobre todo, a tus pies. Si cumples estos tres factores no creo que tengas ningún problema para hacer el Camino. Y aunque no lo cumplas, creo que tampoco. Lo de las botas/zapatillas sí. Es algo fundamental. Es apto para cualquier edad. Me encontré con una señora de 74 años que andaba como una gacela. Mucho prejubilado de 60 años para arriba. Hay gente de todas las edades y género, así que no hay excusa para ello.Y, bueno, si la mochila te da problemas...ya sabes...hay unas compañías o taxis que te llevan la mochila hasta el pueblo que tú le digas. Ten en cuenta que ello te implicará que como mínimo tendrás que llegar hasta allí.


En cuanto al otro objetivo que llevaba -valorar si realmente el Camino te aporta algo espiritualmente- considero que el resultado también fue muy positivo. Las primeras jornadas no veía nada que fuera más allá de una mera actividad deportiva o física junto a un grupo de personas. Pero poco a poco empecé a ser consciente de lo que realmente es el Camino más allá del esfuerzo físico, más allá del caminar y disfrutar del paisaje. A lo largo del Camino vas coincidiendo con peregrinos que te encuentras en los diferentes bares, restaurantes, albergues, etc. Se comparten muchos momentos, buenos y malos. Momentos de sufrimiento y momentos de diversión. Aprendes a valorar sonrisas, la mano que te ofrece alguien para superar algún obstáculo, que alguien te espere en un bar para saber como vas y tomarte una cervecita juntos. En el camino sobresalen valores de colaboración y de cooperación. Prima el grupo sobre el individuo. Igual que en la sociedad actual (sarcasmo). Momentos como las cenas comunitarias, o esos momentos en los que ves llegar poco a poco a la gente y todo el mundo se pregunta qué tal el día, si necesitas ayuda... Además, aunque estás en España aprendes nuevas culturas. Hay peregrinos de cualquier país. Yo, en concreto, coincidí con personas de más de veinte nacionalidades. Un lujo, a mi entender. Aunque no sepas inglés no pasa nada. No habrá problemas de comunicación. En concreto, recuerdo el caso de Daisuke, un chico japonés que sólo sabía japonés y se comunicaba con todo el mundo.

La verdad que yo tuve una experiencia fantástica pero hay que tener en cuenta que el Camino es como la vida misma así que te encontrarás todo tipo de personas y de comportamientos, buenos y malos. Yo no tengo queja alguna (o muy pocas). Fue mi primer Camino y, sin duda, repetiré.


Yo recomendaría a todo el mundo que hiciera el Camino en solitaria o a lo sumo con otra persona. Es la forma de integrarte y no aislarte del resto de peregrinos.  En cuanto a la época para ir al Camino, la que yo elegí -final de otoño- me pareció fantástica. Hizo frío, llovió y nevó pero no hubo ningún tipo de problema. Yo lo disfruté. Cuanto peor eran las condiciones más lo disfruté. La mayoría de los peregrinos que habían hecho varias veces el Camino indicaban que el final de la primavera y el verano son los peores momentos para realizarlo. Cientos de peregrinos cada día -me llegaron a hablar de 700 peregrinos pasando por cada localidad-, masificaciones en los alberguez, carreras para llegar a los albergues, mucho calor...son elementos que hay que tener en cuenta. Si bien en otoño e invierno la mayoría de los albergues, sobre todo privados, están cerrados y estás más limitado, también te ofrece ese convivir diario con el mismo grupo de personas. Para mí fue mucho más importante esa convivencia que el reto físico. Aún hecho de menos esos momentos de las tardes y las noches en los albergues.

Hay mucha gente que llora cuando llega a Santiago. Unos porque han cumplido con un reto, otros porque se termina. Yo me incluiría en estos últimos

Como he dicho antes, sin duda, regresaré. El Camino es como una droga, engancha!

Ultreia!







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por compartir el camino. Me lo recuerdo con mucho cariño y amor. x Ruth

Iñaki dijo...

Gran compañía Ruth y qué bien nos lo pasamos el día del Cebreiro. XXX