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sábado, 1 de enero de 2011

Mount Cook, Lake Pukaki, Omarama

12112010

Tras el desastroso final de ayer, la primera impresión a la hora de despertarnos ha sido genial. Ubicados en un pequeño valle a 700 metros de altitud y rodeados de montañas (Alpes del Sur) que rondan o superan los 3000 metros con sus cumbres nevadas.

Como hicimos ayer, nos dirigimos al refugio público ubicado en el pueblo con el fin de cocinar a cubierto (no llueve pero sí que hacía un viento endemoniado) y estar más calentitos. Cuando estoy recogiendo las cosas para ir adentro llegaun trabajador del DOC (es el Departament of Conservation, una especie de Seprona que se encarga de gestionar todos los parques nacionales, reservas, etc., así como el equipamiento, instalaciones y rutas ubicadas en los mismos) para indicarme que allí no podíamos haber dormido, ante lo cual yo le indico que, en efecto, no hemos dormido allí pero al instante le comento la pérdida de la cartera y me dice que va a preguntar y nos llama luego. Todo eficacia, en menos de quince minutos nos llama y nos dice que tiene la cartera que puede pasar a entregármela más tarde o podemos pasar nosotros por el camping donde está haciendo cosas. Allá vamos y empezamos a conversar sobre el DOC, la posibilidad de trabajar en el mismo (cosa que me encantaría), la población de Mount Cook, como se gestionan los campings, etc. Para ser verdad espero que esa conversación continúe en un futuro ya que espero volver a esta localidad y al parque nacional.

Como es pronto yo decido hacer una pequeña caminata, la Kea Point, que lleva dos hora de ida y vuelta desde el pueblo pero nosotros estamos en el camping con lo que se reduce a la mitad. Al final como se quedaba corta la alargué yo un poco por un camino marcadao pero que ya se quedaba fuera de la ruta de la Kea Point.

En la misma, que más bien es un paseo por la inclinación, distancia y tiempo dedicado a ella, podemos disfrutar del omnipresente Mt Cook (se ve casi desde todas las esquinas del parque nacional, del Mt. Sefron, del Footstool, del Mt. Kinsey, así como del Glacier Mueller, del lago glaciar y de la morrena con el mismo nombre y del pequeño glaciar Muddleston ubicado entre el Mt Sefron y el Footstool. 


La ruta debe el nombre a una especie de loros, Kea, nativos de Nueva Zelanda que se caracterízan por su tamaño y por el de su pico, y por arisco carácter. En la zona de la costa oeste tienen fama (ganada a pulso) por su afición a destrozar las gomas de los limpiaparabrisas y cualquier cosa que vean a la vista. Así que tened cuidado con los keas y también con los wekas, que si bien no te lo rompen te lo roban. Menuda pareja, eh! Yo, desafortunadamente, no ví ninguno, y según me informaron después aún están en las cimas de las montañas esperando a la llegada de temperaturas más frías para descender. No sé si será cierto pero aún me queda pendiente avistar alguno kea.

A mi regreso decidimos (ya que yo tenía bastantes ganas) ver la pequeña exposición sobre montañismo y alpinismo de Mt Cook que hay en la oficina de información: fotos espectaculares de los tiempos presentes y de hace casi un siglo, comparativa de los equipos que se utilizaban y los actuales. A mí me ha encantado pero claro, cada día estoy más atraído por la magia que fluye de las montañas. Tal es así, que hemos aplicado para trabajar en el hotel Ermitage.

Ya de camino hacia el siguiente lugar, Oamaru, disfrutamos de nuevo de la carretera que va en paralelo a la orilla del lago Pukaki, que hoy nos muestra en todo su esplendor su color azul turquesa y de nuevo empieza a “caérsenos la baba” ante las cosas que nos brinda la Naturaleza. Miramos al frente y vemos las lejanas montañas con sus picos nevados, a la izquierda el lago Pukaki brillando ante los pocos rallos del sol, y a través del retrovisor vemos como las cumbres más altas del hemisferio sur nos despiden con una pequeña tormenta en sus cimas más altas.

Decidimos tomarnos el día de descanso e ir a un holiday park o camping, a descansar y a hacer tareas domésticas; la ropa limpia escasea y es hora de pasar por la lavandería. Llegamos a un pequeño pueblo llamado Omarama, nos adentramos directamente al camping para preparar la comida ya que llevamos un retraso de dos horas respecto a nuestro horario oficial (y estomacal), echar la siesta, tareas domésticas y decidimos dar una vuelta por Oamara antes de cenar. Pero se está tan bien, tan relajado, llevamos cansancio acumulado, que al final nos damos cuenta que se ha hecho tarde y dejamos la visita para mañana. Es tarde y hay que ir a dormir. ZZZZZ

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