Enhorabuena Félix, tu remedio ha funcionado a la perfección, ningún picotazo esta mañana. Hay que patentar el remedio pero de verdad. Yo de momento se lo he dicho a una chica brasileña que hemos conocido hoy y que también tiene serios problemas con los mosquitos.
Siento ser pesado con lo de los amaneceres pero no puedo dejarlo pasar por alto. El peor momento del día para muchos se está convirtiendo en uno de los mejores en nuestro caso.
Esta mañana tenemos que solucionar algún tema administrativo, así que decidimos volver a Picton para conectarnos a internet. Tras resolverlos con mayor o menor suerte, emprendemos camino hacia Benhleim, donde se centra gran parte de la actividad vinícola de New Zealand. Aquí se produce vino Sauvignon Blanc, fundamentalmente, y Chardonnay.La ciudad tiene un tamaño medio-grande para Nueva Zelanda, 27.000 habitantes aproximadamente. Es el centro de la zona y la ciudad más grande hasta Kaikoura, a una hora larga en coche.
Después de un paseo por la ciudad, decidimos ir a la zona de las viñas y de las bodegas donde hay alguna cata gratuita. Nos decantamos por una (tampoco era plan de “tostarse”, que luego había que coger el coche y encima las carreteras de NZ no son precisamente rectas). La bodega se llama Number 1, pequeña bodega que se dedican al tema de “bubbles”, es decir, vino con burbujas, concretamente champagne. Nos dan a probar tres, Number 1, Number 8 y Number 10, y la verdad que los tres ricos ricos, como diría Don Karlos Argiñano. Nos explican que siguen el estilo francés, el coste de las botellas (lo que es el recipiente, sease el continente), como lo producen, las diferencias y claro nos indica los precios de las mismas.
Son las 15.00 y decidimos no seguir con la ruta de las bodegas ya que ello nos implicaría dormir en el parking de alguna de las bodegas, así que cogemos la carretera hacia Kaikoura y ahí empieza la magia una vez que la carretera se convierte en una delgada línea paralela a la costa y a la eterna playa que nos acompaña en gran parte del camino, sólo interrumpida por zona de rocas donde dormitan grupos de focas, remoloneando con el sol vespertino y con el rugir del mar embravecido que nos hemos encontrado durante todo el recorrido.
He disfrutado como un niño; a la izquierda veía un océano que nos mostraba que posee una gran fuerza cuando quiere, de frente veía una carretera serpenteante casi al nivel del agua con una bruma que le daba un toque misterioso, y a la derecha a menos de tres kilómetros en línea recta montañas con sus cumbres nevadas, dispuestas a ponérselo difícil a Lorenzo para que derrita sus neveros.
Paramos en un sitio para hacer fotos y noto un olor bastante desagradable, me acerco a una especie de abertura debajo de la carretera pensando que vendría de allí (me extrañaba ya que allí no había casas ni nada parecido, sólo montañas encima nuesto) y me encontré con 7 focas echándose la siesta. Había oído que las focas huelen mal pero el olor es muy muy fuerte, y eso que sólo había 7 focas. Una pareja de kiwis nos indica que si seguimos por la carretera al doblar el recodo nos encontraremos con otra colonia de focas. En efecto, allí vamos y nos encontramos con unas 30 focas desperdigadas por las rocas tomando el sol como las personas en la playa. Les faltaban las palas de playa, la sombrilla y un chiringuito para tomarse unas gambitas.
Yo parecía un niño, la verdad que nunca había visto tantas focas en libertad y estaba más feliz que una perdiz. Océano, animales en libertad, montañas nevadas, todo ello en menos de 5 kilómetros a la redonda. ¿Qué más se puede pedir?
Llevo dos días en la isla sur y mis sensaciones son de felicidad, asombro, ansiedad por ver todo lo que pueda, pasar más tiempo en esta isla. Y eso que soy consciente que no he visto lo mejor, esto queda reservado a las próximas tres semanas. Más montañas, más fiordos, glaciares, animales. Quiero que el tiempo avance para ver todo pero a la vez que se pare el reloj para disfrutarlo de manera eterna.
Decidimos finalizar nuestra etapa en Kaikoura, donde nos vamos al camping. Después de 4 días se agradece pasar por allí, duchita de agua caliente eterna, cocina en condiciones (y eso que a pesar de que el camping está muy bien equipado, es un 5* en los camping, le falta equipamiento en la cocina, la bombona de gas de la barbacoa se ha terminado. Así que yo le quitaba una o dos estellas a pesar de tener piscina, jacuzzi, zona de juegos, áreas que yo no utilizaré...o sí). Mis sensaciones siguen siendo las mismas ya que a pesar de no ver el mar, oigo como ruge; estamos a menos de 50 metros de él y podemos notar como Neptuno anda un poco enojado hoy (cómo ha quedado el Atleti? Perdió el fin de semana?), se ha levantado una bruma que deja un olor a algas, a salitre, ese olor tan característico de los pueblos, villas y aldeas marineras y que tan buenos recuerdos me trae de mi infancia por las rocas desde Santurtzi hasta Ziérbena, los largos días en la playa de la Arena...
De repente me doy la espalda y veo esta imagen.
Insisto, ¿se puede pedir más? Mañana, si la climatología lo permite ya que han dado un día de perros, nos acercaremos a ver ballenas, delfines y focas. Es caro pero hay experiencias que sólo se pueden disfrutar una o pocas veces en la vida, y ver ballenas de cerca es una de ellas. Pedro, tú pudiste disfrutarlo mucho mejor, en las profundidades, qué envidia! Pero qué respeto también!
Bueno, son las 10.00 pm y no sé si habrá alguien despierto en el camping. Me voy a nuestro hotel, el hotel con las mejores vistas del mundo, por lo menos para mí.
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