Llueve. Maldita sea. Bueno, que se le va a hacer. Habrá que “sufrir y de sufrir”. Decidimos ir a dar una vuelta por Dunedin a ver si calma el tiempo e ir luego a la península de Otago. La vuelta se convierte en vueltecita porque ha dejado de llover. Allá vamos, a intentar ver los albatros, pinguinos, focas y cualquier animal que se deje ver, aunque sean las omnipresentes ovejas y vacas.
Lamentablemente cuando vamos avanzando por la carretera que bordea la península vemos como las nubes empiezan a convertirse en la txapela de las pequeñas colinas que presiden la península. Decidimos ir a ver el único castillo de todo NZ (Larnach Castle) pero por fuera, que hemos visto que el precio ronda los 25 dólares. Cuando nos acercamos vemos que se lo han montado muy bien y si lo quieres ver, tienes que pagar bien sea por ver los jardines y el castillo por fuera, bien sea el castillo por dentro. Vuelta atrás, que para ver castillos nos quedamos en Europa.
Seguimos avanzando hacia el Taiaroa Head, donde se supone existe la posibilidad de ver albatros reales con sus tres metros de extensión de ala volando sobre nosotros. La temporada es adecuada (ya que están entre noviembre y enero), el tiempo también (cuanto más ventoso más posibilidades hay de verlos) pero el horario no (es el mediodía y se supone que aparecen por la tarde) pero hay que intentarlo. Si exigen viento deberían haber estado todos los albatros del mundo allí. Como zumbaba el aire!! Pero tristemente no hay ninguno salvo un montón de gaviotas (según la información del Departamento de Conservación hay una estimación de 2000 gaviotas en esta temporada) que nos amenazan con sus vuelos rasantes y sus graznidos; parecía la película “Los Pájaros”.
Así que decimos continuar y, como no, empezamos a desviarnos a las diferentes playas a las que hay que ir por carreteras de grava y bastante estrechas. Cada vez me gusta más conducir por ellas. En una de ellas, Sandfly Beach, hay un mirador desde el cual se supone que ves leones marinos. Suponemos que unas manchas que hay en la arena son los leones ya que alrededor hay unas cuantas personas (a una distancia prudencial ya que muerden). Cuando bajo (Rosa no ha podido bajar, la pendiente es bastante pronunciada para su tobillo y encima en arena, ya habrá otras oportunidades), veo los famosos leones marinos neozelandeses, raza protegida desde 1894 (según un cartel en Waipapa Point, que supongo que estaría equivocado porque en esa época lo que menos importaba al hombre eran los animales). La verdad que son como rocas, se pasan la mayor parte del tiempo que están en tierra tumbados, echándose la siesta y si no te acercas un poco nadie dirían lo que son. Tras el correspondiente paseo y fotos (era la primera vez que veía este animal en libertad) toca subir e ir pensando en emprender camino hacia el sur. Esta península con buen tiempo y una adecuada planificación del día supongo estará genial, ya que las vistas supongo, valga la redundancia, tiene que ser muy buenas tanto a la bahía interior como al océano. Además, te permite ver albatros, leones marinos y pingüinos, tanto azules como de ojos amarillos. Así que si puedes conseguirlo todo en un día, enhorabuena.
Cogemos carretera hacia The Catlins, la región que queda debajo de donde nos ubicamos. Sigue lloviendo y empieza a oscurecer a pesar de ser las 4 de la tarde, así que consensuamos hacer escala y esperar a que mañana haga mejor tiempo.
Tras unas horas de asueto nos damos cuenta que estamos sin batería en el coche. Nos habíamos dejamos la luz puesta. Bueno, malo será que al día siguiente no nos puentee alguien y arranquemos el coche. Así que nos vamos a dormir como niños.
Fotos
Fotos
0 comentarios:
Publicar un comentario