Hoy toca hacer la obligatoria excursión (bien en coche hasta el pueblo, bien incluyendo un “crucerito”, bien haciéndolo con kayak) al archiconocido y archiidolatrado Milford Sound. El día empieza fantáaaaastico (esto es un guiño a alguien a quien queremos mucho). Si bien hace frío, no vemos una nube por ningún lado, cosa rara en NZ y más en particular en Fiordland. Decidimos emprender camino antes de desayunar ya que somos conscientes de que vamos a hacer numerosas paradas. Y así es, la primera la realizamos en la zona de acampada del DOC del lago Gunn donde la naturaleza y el haber madrugado nos brinda una foto de postal. Aunque hace sombra y frío decidimos desayunar allí. Estas cosas hay que aprovecharlas. La Milford Road es asombrosa; nos deja unas vistas sorprendentes de ríos, montañas, lagos. Si pudieras parar cada vez que piensas “qué fotografía” no llegarías nunca a la población de Milford. En el camino encuentras varias paradas donde te puedes encontrar desde los famosos keas, a circos de cascadas, a frondosos valles. Son 120 kilómetros desde Te Anau hasta Milford Sound. Así que es conveniente repostar en Te Anau antes de emprender camino ya que no hay gasolineras por el camino (bueno hay un teléfono de emergencia pero no quiero saber cuanto te pueden cobrar por llevarte el bendito líquido que se está poniendo por las nubes). También es recomendable ir prontito para evitar la fila de coches y de autobuses que queremos llegar al mismo sitio. Nosotros optamos por hacer una parte de ella el día anterior, dormir en un campsite del DOC y reanudar el camino tempranito por la mañana. La elección ha sido positiva. Llegamos a varias paradas donde sólo hay un coche como máximo. La gente que ha madrugado más ha tenido que hacer el camino de una tirada porque tendrían el barco a primera hora. De momento todo bien. Pasamos el famoso y oscuro tunel Homer que permite el paso a la zona de Milford (y del que ya comentaré algo de historia en otra entrada).
A la salida nos damos cuenta que como no ha llovido en varios días, las famosas cascadas de Milford se han visto reducidas de forma drástica. Sólo se ven pequeños hilos (y no muy numerosos) de agua descendiendo por las verticales paredes que componen las montañas. A pesar de eso, el escenario es aún espectacular. Cuando llegamos descubrimos dos españolas trabajando en la cafetería del pueblo, nos cuentan que hay más españoles por allí. Son sólo 250 personas y como poco hay 4 españoles. Buen sitio para estar pero malo para aprender inglés. Además es muy aislado. En invierno están aislados multitud de días porque se cierra la carretera por nieve o hielo, de forma que sólo pueden comunicarse con el mundo vía aérea. Si no entendí mal (que puede ser, de hecho hay más posibilidades que entendiera mal que bien) es el segundo aeropuerto de NZ por operaciones diarias. La verdad que cada poco veías un avión...eta o helicóptero despegar o aterrizar. Es uno de los sitios más turísticos de NZ, así que puede ser.
Nos encontramos con Rafa e Isabel, una pareja de oscenses que conocimos el día de ayer y que han venido a recorrerse el país en bicicleta durante 3 meses. La verdad que es para quitarse el sombrero. Se ve que son deportistas natos y luego nos lo confirman. Isabel es maratoniana de montaña, así que con eso os digo todo. Según sus palabras literales, “vas corriendo por la montaña y corres 20 kilómetros como si nada...”. Al final nos vamos todos al mismo barco donde ya desde un comienzo damos cuenta de una pesudobarbacoa que va incluida en el pack.
Tras el banquete salimos pitando a la terraza del barco donde Don Eolo hace de las suyas y está disfrutando meneándonos de lo lindo. El agua no está planita como en las fotos que podéis ver en las postales y hay un ligerísimo oleaje. Poco a poco van apareciendo nubes por oriente; era muy raro que no hubiera nubes en NZ. El resto os lo podéis imaginar, fotos más fotos, cascadas (sólo vemos las más grandes, el resto están secas), algún pingüino, focas, explicaciones de los nombres y alturas de picos y cascadas. En el camino de regreso hacemos parada en el Observatorio en el cual nos explican porqué se construyó, el proceso, coste y tiempos de construcción, así como un poco de historia del lugar. Todos estábamos ansiosos por bajar las escaleras al pequeño acuario natural que constituye este centro. Nuestra opción respecto al mismo es que si bien está bien, la relación coste-calidad no es la más apropiada y quizás la mitad del precio sería más adecuada. A día de hoy no recomendaría a nadie que fuera a este centro.
Después del mismo, ya es hora de regresar al pueblo de Milford Sound y después a Te Anau. Llevamos en la parte de la cama a dos pingüinos que hemos recogido, sus nombre Isa y Rafa. Ya en Te Anau decidimos ir a tomar una cervecita y posteriormente cada uno coge su camino. Ellos a su hotel y nosotros al nuestro. Hemos reservado habitación en el mismo hotel de antes de ayer. Con vistas al río y sin ningún inquilino más.
Para terminar, os vamos a comentar nuestras sensaciones sobre el Milford Sound. El sitio es espectacular desde el primer momento que coges la Milford Road hasta el último punto en el que las aguas que inundan el fiordo llegan al mar de Tasmania. De eso no hay duda, a pesar de que no vimos muchas cascadas, característica especial en este fiordo. Ahora bien, son tales las expectativas creadas que la satisfacción no fue tan grande como esperábamos. Además, tal misticismo se pierde por la cantidad de coches, caravanas, autobuses, barcos que nos encontramos en el fiordo. Está sobreexplotado; entiendo que sea así pero después de la magnífica experiencia en The Catlins, ajenos al mundo, nos ha generado estas sensaciones. Por eso, también recomiendo venir y coger el primer barco de la mañana (que por cierto, creo que son más baratos) para evitar las masas y poder disfrutar plenamente de la magia de este lugar.
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